24 de Junio de 2021 10:37 HS
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Rompieron el candado, se llevaron tres novillos y no dejaron rastros

El delito rural en el distrito de Vila no descansa ni los domingos. Esta vez la víctima del robo de animales y de la rotura de la cadena con candado en la entrada al establecimiento, es Javier Mondino, quien confiesa: "los puesteros y los tamberos ya no quieren vivir en el campo porque tienen miedo".

Sábado a la noche, madrugada del domingo, cuando la tranquilidad en el campo es absoluta y la penumbra da cobijo a los amigos de lo ajeno, merodea en los caminos rurales de Vila un vehículo extraño prendiendo y apagando las luces intermitentemente. Recorre una zona donde ya no quedan tambos ni moradores, aunque la actividad económica no se detiene en estos campos de calidad media, donde ahora se hace soja a riesgo y recría de animales para consumo. No quedan perros ni lechuzas que levanten la perdiz. A lo sumo algún puestero que pega una recorrida pero es fin de semana y está avanzada la noche. Esta vez, vuelve a ganar el cuatrero ladino que se mueve como pez en el agua a través del imperturbable silencio de la oscuridad.

A sólo un kilómetro y medio de dónde la semana pasada le mataron y faenaron dos vacas lecheras al productor Carmelo Gramaglia de 72 años, se produce un nuevo siniestro pero en el campo de Javier Mondino, Ingeniero y productor de 52 años que vive en el pueblo y que con las primeras luces del día se enterará del daño en su habitual recorrida.

La reconstrucción del hecho es imaginaria, lógicamente, porque en este tipo de delitos no suele haber testigos y, salvo que la faena se realice en el mismo lugar, tampoco quedan evidencias, ya que los delincuentes van perfeccionando sus fechorías con cada intervención para que, al cabo de unos meses, la policía dé por cerrado el caso sin culpables ni castigos.

Impunidad total

Según relata el damnificado, advirtieron la ausencia de tres novillos, "el domingo a la mañana cuando hacía el habitual recorrido por el campo" donde cría y engorda novillos Holando para consumo.

"El candado y la cadena de la tranquera estaban rotos, con marcas en la madera como si hubiesen forzado con una barreta, el lote de novillos repartidos entre un corral y el patio y en el conteo faltaban tres animales. El lugar por donde entraron, se movieron y salieron estaba rastrillado con una rama de paraíso, con la cual borraron las huellas en la tierra hasta la entrada al campo", narra con asombro Javier.

"No sabemos si los carnearon en otro lado o si directamente se los llevaron en pie pero es evidente que una logística tenían porque otras veces hemos tenido faltantes pero esta vez no dejaron otras evidencias y se tomaron el trabajo de encerrar la hacienda en un corral para apartar lo que se llevaron -supone el productor en diálogo con LA OPINIÓN-. Además, no cabe sospechar que se hayan escapado los animales porque las tranqueras estaban cerradas, no hay alambrados tumbados, incluso también cerraron el portón de entrada al campo".

Zona de nadie

"Es la cuarta vez que me roban o faenan hacienda en este campo ubicado al norte de Vila, sin contar las innumerables roturas, casi semanales, de silobolsas con granos de maíz para alimentar la hacienda, por las que ya ni hago las denuncias ?cuenta con resignación Mondino-. Es una zona donde quedan muy pocos tambos y a la cual la guardia rural Los Pumas no recorre ni patrulla muy a menudo", ya que esta área se encuentra en el límite jurisdiccional del destacamento Sunchales que llega hasta la Ruta 70.

La desazón es total para esta familia que desde siempre trabaja en y para el campo, en donde realizan todas las actividades que dinamizan la economía regional de los pueblos, agricultura, ganadería y también lechería, con un tambo en la misma zona que dio origen con otros socios a la pyme Lácteos Aurora.

Parece zona de nadie últimamente este distrito comunal, cuya presidencia está a cargo de Claudio Gramaglia, a quien los productores ya ni le reportan los delitos porque están cansados de no obtener respuestas o alternativas de solución al flagelo que padecen.

Un problema mayor

"Nosotros notamos que estos delitos se fueron multiplicando en los últimos siete u ocho años, antes no se notaba tanto, y ahora no me queda otra que trasladar la hacienda de ahí a otro campo en donde podamos controlar nosotros mismos estas cosas", confiesa Javier, al tiempo que reflexiona: "seguimos igual que siempre, desprotegidos de todo sin tener respuestas de nadie, el único contacto de las autoridades es la notificación del juez que generalmente a los dos meses llega al campo diciendo que no hay pruebas suficientes y por lo tanto se archiva la causa".

Pero el problema más grave, en la conclusión de este productor, es que "la gente, los puesteros, los tamberos, ya no quieren vivir más en el campo, porque tienen miedo de que los sorprendan en la hora del tambo o de encontrarse en una situación indeseada que nadie sabe cómo puede terminar".

Lamentablemente, la proliferación de delitos en un contexto de altísima inseguridad acrecienta un problema de fondo, por el que "cada vez se hace más difícil conseguir personal y mano de obra que quiera trabajar en el campo o radicarse en los distritos rurales, y es entendible porque notamos que las autoridades sólo prometen que van a solucionar el tema pero la realidad dice otra cosa", admite Javier.

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