Desde hace 30 años en INTA Rafaela se fabrica la vacuna contra babesia y anaplasmosis, enfermedades que transmiten las garrapatas. Los especialistas explican que el rodeo en zona endémica se mantiene subinmunizado por prácticas tradicionales que conspiran contra la vacunación.
Juan Manuel Fernández | [email protected]
Uno de los laboratorios de INTA Rafaela es el segundo fabricante en el mundo de la vacuna contra contra babesiosis y anaplasmosis, enfermedades que transmiten las garrapatas y en el campo se identifican como "tristeza bovina".
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El Med. Vet. Nicolás Morel, director técnico de este proceso, comentó a Campolitoral que se elabora hace más de 30 años y ya se vacunaron más de 8 millones de animales. Anualmente se producen unas 500.000 dosis, a las que se suman las generadas en INTA Mercedes, más las de un laboratorio privado, para totalizar aproximadamente un millón de vacunas.
El profesional comentó que el laboratorio trabaja al 100% de su capacidad, por lo que analizan "escalar el nivel de producción". Sin embargo, hasta el momento no han tenido necesidad de aumentar el volumen de dosis, porque la demanda no crece.
"La garrapata -explicó- es un problema histórico en Argentina". Entre otros aspectos, porque durante mucho tiempo, se abordó la cuestión sin la existencia de una vacuna y se instalaron paradigmas y estrategias de lucha "viejos", como por ejemplo "creer que un animal garrapateado (expuesto al parásito) ya tiene inmunidad específica contra estas enfermedades".
Así, muchos creen que sus animales no necesitan vacunarse. Sin embargo, "los trabajos de investigación de acá demostraron que la situación más común en tropas garrapateadas es la falta de inmunidad específica contra tristeza".
La situación, llamativamente, es contradictoria ya que los mismos productores que argumentan tener garrapateados sus animales mencionan a la tristeza como el principal problema. "Son ideas heredadas por generaciones que no se cuestionan y se sostienen las mismas prácticas, pese a que se ve claramente que no funciona", indicó.
Otra práctica arraigada consiste en creer que el uso de garrapaticida sirve para controlar la enfermedad, cuando lo que hacen es incidir en la parasitosis. "Y eso no funciona así", aclaró, porque los fármacos contra la garrapata no son eficaces y tienen un "problema de sustentabilidad". A futuro -alertó- tendrán al menos dos problemas: la aceleración en la aparición de resistencia de los parásitos; y el inconveniente de los residuos de estos medicamentos en alimentos de origen animal. "En carne, en leche, los consumidores cada vez están más atentos a esto y los países van a empezar a demandar este tipo de prácticas", añadió.
E insistió: "cualquier fármaco que apunte a destruir a las garrapatas como un mecanismo de control de la tristeza es una cosa obsoleta". Sobre todo, porque la resistencia a los principios activos es irremediable y avanza más rápido que el desarrollo de nuevas moléculas. Por lo tanto, sólo la vacuna tiene chances de poner límite a babesiosis y anaplasmosis.
"Tenemos mucha suerte" dijo, respecto de contar con esa oferta de vacunas. "La tristeza bovina es un problema muy importante en las regiones tropicales y subtropicales del mundo y Argentina está entre los pocos países que cuenta con esa vacuna".
En esas partes del planeta, dijo, sólo existen "5 o 6 laboratorios". El de INTA Rafaela "es el segundo mayor productor a nivel mundial; y se destaca la vacuna porque los cultivos de babesia se hacen in vitro".
En base a las información que circula en el ambiente veterinario, sostuvo Morel, se inmunizarían al año poco menos de un millón de cabezas en el país. Pero en la región problemática residen unos 17 millones de bovinos. Suponiendo que la mitad son vacas, y con un destete del 50/60%, "habría alrededor de 5 millones de terneros susceptibles de ser inmunizados en el país; o sea que se está vacunando un cuarto del universo de animales vacunables".
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