El consultor meteorológico de la Bolsa de Comercio de Rosario Alfredo Elorriaga advirtió que el impacto de La Niña será menor pero su incidencia seguirá afectando las lluvias en la agricultura argentina. Además, destacó que la deforestación del Amazonas está debilitando el flujo de humedad hacia la región pampeana, lo que podría provocar un cambio estructural en el régimen de precipitaciones.
Entrevistado por el jefe de estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), Cristian Russo, el consultor meteorológico Alfredo Elorriaga brindó una nueva evaluación sobre el impacto del fenómeno de La Niña en la agricultura argentina. Aunque el pronóstico indica que el fenómeno será más leve de lo previsto, el especialista señaló que su efecto en las lluvias será significativo, especialmente durante los meses de noviembre a febrero. "La actualización muestra una intensidad menor, una 'Niña' que está más cerca de ser leve que moderada, y de corta duración", comentó, agregando que para abril de 2025 se espera alcanzar la neutralidad climática. No obstante, las próximas semanas seguirán marcadas por alta variabilidad atmosférica.
En cuanto a las condiciones climáticas para la primera parte de octubre, Elorriaga señaló que es posible que se presente un escenario más húmedo, aunque aún persisten dudas debido a la falta de consolidación de la inestabilidad atmosférica prevista. "Setiembre fue muy afectado por la escasez de agua y el frío de este invierno", indicó el meteorólogo. Explicó que la entrada de aire frío desde la Patagonia, junto con las intensas nevadas y la constante circulación polar hacia la región pampeana, han impedido el ingreso de aire cálido y húmedo, lo que ha resultado en un marcado déficit de precipitaciones.
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Uno de los puntos clave abordados por Elorriaga fue la escasa humedad que ingresa desde Brasil, un fenómeno que tiene implicancias directas para la agricultura argentina. El país vecino atraviesa una grave sequía, con ríos en niveles históricamente bajos. Este escenario está afectando el aporte de humedad hacia Argentina, dificultando que se estabilicen las lluvias. "Más allá de esta situación coyuntural, podríamos estar yendo hacia un cambio estructural de lluvias", advirtió.
La deforestación en el Amazonas es otro factor que está contribuyendo a esta disminución de la humedad. Según datos del World Research Institute citados por Elorriaga, en los últimos 20 años, Brasil ha perdido 28 millones de hectáreas de bosque primario, con una aceleración en los últimos años debido a incendios. Solo en 2023 se quemaron 1,2 millones de hectáreas. "La humedad que proviene del Amazonas es la columna vertebral de las lluvias que se desarrollan en la región pampeana", afirmó Elorriaga, subrayando la importancia de los "ríos voladores", que son los flujos de humedad que transportan hasta 40.000 litros de agua por hectárea de bosque al día.
La disminución de este aporte de humedad desde el Amazonas está teniendo un impacto directo en la estabilidad de las lluvias en la región agrícola argentina. La falta de este flujo convierte al régimen de precipitaciones en un fenómeno más azaroso, dependiente de factores globales como El Niño y La Niña, y de forzantes regionales como centros de alta y baja presión, pulsos de calor y circulaciones frías. "Si se debilita la columna de agua que llega del Amazonas, las lluvias tienen una mayor dependencia de los forzantes de gran escala y regionales, lo que dificulta su pronóstico y hace que el comportamiento pluvial sea menos estable", explicó.
Elorriaga destacó que esta creciente dependencia de eventos más inestables podría explicar por qué en los últimos años se han registrado más anomalías climáticas, alterando los calendarios de siembra tradicionales. "Las estadísticas de los últimos 30 a 60 años se basan en un flujo de humedad relativamente estable desde el Amazonas. Si este flujo está mermando, los comportamientos pluviales anómalos se vuelven más frecuentes", agregó.
Este posible cambio estructural en el régimen de lluvias representa un desafío importante para la agricultura argentina, que ha dependido históricamente de los ciclos estacionales. Elorriaga advirtió que la actividad deberá adaptarse a precipitaciones que podrían respetar menos estos ciclos, lo que afectaría especialmente momentos clave como la siembra y los períodos de definición del rendimiento de los cultivos. "La agricultura argentina está ante un gran desafío, que es adaptarse a un régimen de lluvias cada vez más impredecible", concluyó.
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