Nadie en su sano juicio comprende la lógica con la que actúan o el objetivo que persiguen las máximas autoridades nacionales. Será difícil encontrarle explicación, pero no anticipar su consecuencia: tarde o temprano nos igualarán a todos en la misma pobreza.
"¿Qué busca el gobierno? ¿Busca someternos? ¿Busca que reaccionemos? ¿Quiere saber cuál es nuestro límite ante sus provocaciones? ¿Busca hacernos responsables por la reacción que pudiésemos tener?", se preguntaron desde la Asociación Argentina de Productores Agropecuarios (autoconvocados) tras el reciente paro del sector. El interrogante se planteó en medio del comunicado que emitieron para hacer su balance de la medida, cuya conclusión es "¡Todos perdimos!".
La respuesta a ese planteo es un verdadero enigma. Nadie en su sano juicio comprende la lógica con la que actúan o el objetivo que persiguen las máximas autoridades nacionales. Incluso el cierre de las exportaciones de maíz parece un dato menor en medio del fárrago de desaciertos y afrentas -no sólo hacia el sector, sino a cualquier argentino con conciencia ciudadana- que se empeñan en alimentar cada día. "El Gobierno nos demostró que improvisa, sin analizar, las medidas que toma y que por las formas como las toma constituyen una continua provocación", dijeron los autoconvocados.
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Los productores enumeraron: medidas de gobierno como la negación al acceso a líneas de crédito a tasa subsidiada del Banco Nación por el simple hecho de ser productores de soja y/o trigo; el silencio ante la rotura de silobolsas o el incendio de campos; la vista gorda sobre la usurpación de un establecimiento, propiedad de un referente de la oposición; el impulso a leyes amenazantes para el agro como la modificación a la Ley de Manejo del Fuego, Humedales, Fitosanitarios o "Aporte Solidario".
A esto deben agregarse declaraciones inverosímiles. "¿Por qué los argentinos pagan el kilo de asado como lo paga un chino, un francés o un alemán?", mintió descaradamente -como muchos se ocuparon de demostrar- el presidente Alberto Fernández. O peor aún, la barbaridad que espetó la diputada kirchnerista Fernanda Vallejos, quien consideró que Argentina tiene "la maldición de exportar alimentos? una desgracia, que a veces se piensa que es una bendición". En ambos casos el dato oculto es que los bienes se encarecen en la medida que el poder adquisitivo cae.
Como quien recibe una sorpresiva andanada de cachetazos que no dan tiempo siquiera a tomar aire para levantar los brazos en posición de defensa, el agro y buena parte de los argentinos de bien asistimos impávidos a este obsceno e impune espectáculo de la casta política. Será difícil encontrarle explicación, pero no anticipar su consecuencia: tarde o temprano nos igualarán a todos en la misma pobreza, de la que ellos -por supuesto- seguirán exentos.
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