27 de Agosto de 2021 06:55 HS
Actualidad

Subsidios y castigos 

En nuestro país, desde hace bastante tiempo ya, para defender en algo la capacidad de compra de los alicaídos sueldos de las familias argentinas, se congelan los precios de la energía eléctrica, del gas, del petróleo y de la comida. Según el autor, el costo de esta práctica explica el gradual crecimiento de la pobreza.

CPN Esteban Hernández (*)

Así, en este momento se mantienen casi congelados los precios de la electricidad y el gas, y para que las empresas productoras y distribuidoras no desaparezcan se las subsidia con dinero del "Tesoro Nacional". Ese mismo "Tesoro Nacional" se forma con los impuestos que pagamos todos.

Es decir que todos los ciudadanos subsidiamos la energía barata y subsidiamos a las empresas que lo producen y distribuyen para que no desaparezcan.

El precio de la mayoría de los alimentos también está intervenido, pero no subsidiamos a los productores para que no desaparezcan. En este caso, la baja en el precio de los alimentos no sale del Tesoro (como en la energía), sino de quitar ingresos a los productores agropecuarios vía retenciones y tipos de cambio bajo. Esta llamativa inequidad se sustenta en la idea de que el campo tiene super utilidades.

¿Tiene super utilidades el campo?

La realidad de los datos oficiales muestra que esto es un mito falso. Según los censos agropecuarios del INDEC entre el 2002 y el 2018, se perdieron casi el 25% de los productores agropecuarios argentinos, siendo así, el sector económico que más achicamiento sufrió.

Los modelos del Ministerio de Agricultura de la Nación muestran que la rentabilidad (antes de los impuestos) en la ganadería antes del cierre de las exportaciones, es entre un 1% y 4,5% anual.

Y para la agricultura pampeana los modelos muestran que la rentabilidad (antes de impuesto a las ganancias) varía entre un 2% y un 8 % anual, según sean con tierra alquilada o propia.

Vale insistir en que esta mínima rentabilidad se estima antes de pagar el impuesto a las ganancias; sin tener en cuenta que no se reponen el total de los nutrientes perdidos, ni se estima el riesgo climático, con lo que la rentabilidad promedio real es menor.

Al revés del relato oficial, la rentabilidad del sector primario argentino es baja. Es más, se trata de uno de los sectores económicos con más baja rentabilidad.

Esta misma baja rentabilidad agraria se ve también en Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, en donde los gobiernos progresistas, en vez de poner retenciones y tipo de cambio diferencial, le pagaban al productor el precio lleno y al cambio libre.

El resultado es que allí el sector primario de estos países crece, y es la base del sostenido superávit comercial y de crecimiento económico de estos países.

Sin embargo, en Argentina desde 1972 crece la pobreza y la indigencia, mientras que en los países vecinos está bajando (y bastante).

En EEUU y Europa, la rentabilidad agraria también es bajísima, y para tener soberanía alimentaria, para que la producción de alimentos y los productores no desaparezcan, subsidian al productor con ayudas públicas que aumentan entre un 15% a un 35% su ingreso total.

Estos datos de la realidad son conocidos por cualquier técnico y es llamativo que los dirigentes de nuestra provincia no los conozcan.

Solo el desconocimiento de nuestros políticos justifica que no defiendan al sector y acepten que, por la combinación letal de retenciones y tipo de cambio congelado, perdimos el 29% de nuestros productores en 15 años y la economía de nuestra provincia está condenada a crecer menos y a tener tasas de incremento de la pobreza mayores al promedio nacional.

(*) Fundación Apertura

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